Hace unas semanas, del 21 al 30 de marzo, tuvo lugar el XVII Festival de Cine de Málaga y, por primera vez en mi corta vida, tuve el placer de asistir. Como estudiante de guión pude colarme en más de una proyección que no estaba prevista, y eso le dio un plus bastante interesante a los 5 días que pasé allí.
Dejando de lado el encanto de la ciudad (que tiene mucho), disfruté de cada centímetro de celuloide que pasó ante mis ojos.
Cientos de largometrajes, cortometrajes y documentales pasaron aquellos días por los principales teatros de Málaga y, afortunadamente, asistí a la proyección de algunos que acabaron resultando ganadores.
En primer lugar, la película que se llevó la Biznaga de Oro a la mejor película: 10.000 Km de Carlos Marques-Marcet.
Para mí, el mejor premio fue poder verla. Impresionante. ¿Os imagináis una película con tan sólo dos personajes y dos escenarios? De primeras alguno abre la boca y bosteza. Después, ve la película y se da cuenta de que un gran guión y una buena dirección, sólo pueden ser los responsables de que no pierdas la atención en ningún momento del filme (También ganadores de la Biznaga de Plata a Mejor Guionista Novel para Marques-Marcet y Clara Roquet). Impecable. Y simple. Una idea que surge de una realidad que miles de personas sufren a diario: una relación a distancia. Planos secuencias de larga duración que hacen sentir al espectador como un intruso dentro de la habitación, una ligera sensación de voyeurismo que colabora a la hora de meterte en la historia. Todo ello, por descontado, narrado de la mejor manera visual con escenas a veces breves pero que cargan con un gran significado sentimental. Son pequeños detalles que, aunque no nos demos cuenta, pueden decidir el desarrollo de una relación. Y no digo más, sobre todo porque es una película que pone a flor de piel el sentir del espectador y, como todos sabemos, es prácticamente imposible describir un sentimiento, hay que vivirlo.
En segundo lugar, la Biznaga de Plata al Mejor Documental: Ciutat morta (Ciudad muerta), de Xavier Artigas y Xapo Ortega.
Sin querer revelar nada, lo que mejor puedo describir es la sensación que se te queda como espectador al salir de la proyección: fascinación e indignación.
Antes de empezar el documental, nos avisaron de que tal vez no conocíamos los hechos que se narraban, a pesar de que tuvieron lugar dentro de nuestro país, concretamente en Barcelona. Efectivamente, la mayoría de nosotros, ya sea por ignorancia o porque los medios no contaron lo sucedido en su momento, nos topamos con una realidad que, indignante como suele ser, provocó entre todos nosotros un sentimiento de ira, de frustración y de fascinación.
Para más información os dejo el enlace del blog de Ciutat Morta, donde se explica con detalle los sucesos del 4F de 2006, noche de los acontecimientos que pueden poner los pelos de punta.
Por último, pero no por ser lo menos importante, sino porque lo mejor me gusta dejarlo para el final, hablemos de cortos. En este Festival la gente joven tenemos, tal vez, mayor oportunidad. Los cortos adquirieron una categoría bastante interesante y ciertamente, en las proyecciones, lo demostraron con creces.
La Biznaga de Plata al Mejor Cortometraje fue para Tryouts, de Susana Casares. Una pieza que estaba entre mis favoritas no sólo por la historia que narraba, sino por cómo estaba narrada. No adelanto mucho, porque merece la pena que sorprenda, pero si escucháis la premisa de “una chica musulmana en EEUU quiere entrar en el equipo de animadoras”, ¿no creéis que algo en todo esto merecerá la pena? Aquí un pequeño making of que podrá quitar un poco el gusanillo.
Para acabar, quería hacer una mención especial al corto ganador de la Biznaga de Plata Premio del Público: Clóset de Rakesh B. Narwani. Clóset, con una gran sensibilidad visual, cercana a la poesía audiovisual, narra la historia de una mujer que ha sido desahuciada y que encuentra en la casa de Andrés su refugio. Se esconde en lo alto de un armario y, desde allí, observa, poco a poco, lo vacía que está la vida de este personaje, interpretado por Pepe Viyuela, y con el que convive en la clandestinidad.
Es una maravilla estética, visual, en la que los silencios juegan un papel sumamente importante y donde la música, sutil y sensible, te anima a formar parte de este pequeño universo.
Como conclusión, simplemente me gustaría recalcar que el Festival de Málaga, además de estas magníficas obras, es algo más que premios. Es cine, es arte, es cultura, es una semana de locura cinéfila y de curiosidad al descubrir cosas que nunca antes habías visto. Es apostar por proyectos menos ambiciosos pero, en ocasiones, más motivadores. Es una oportunidad para jóvenes talentos que comienzan a dar sus primeros pasos en el mundo del séptimo arte. Es un festival que merece la pena y al que animo a todo aquel que pueda a acercarse y disfrutar.