El payo que tocó como un gitano

 
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Hoy es un día de luto para la cultura. El mayor embajador del flamenco ha fallecido en Cancún de un ataque al corazón mientras jugaba con sus hijos en la playa.

Francisco Sánchez Gómez (Algeciras, 1947), más conocido como Paco de Lucía (por el nombre de su madre), mamó el flamenco desde pequeño. Su padre, Antonio Sánchez Pecino, le enseñó a tocar la guitarra de bien niño para que pudiera defenderse en la vida, aunque fuera como él, tocando por las noches por una miseria para tener algo que comer al día siguiente. Junto a su hermano, el cantaor Pepe de Lucía, triunfó en 1961 bajo el nombre de Los Chiquitos de Algeciras, lo que les llevó a viajar a América con la Compañía de Baile José Greco.

Allí, estuvo en contacto con grandes virtuosos de la guitarra, extranjeros y algunos patrios exiliados desde la Guerra Civil. A su vuelta a España comienza a grabar a un ritmo galopante, casi a disco por año durante mucho tiempo. A partir de su viaje a Brasil y el descubrimiento de la bossa nova, Paco comenzó a experimentar con otros sonidos como el blues y el jazz, lo que desembocaría en llegar a ser compadre de Chick Corea o John McLaughlin (de su amistad con éste último nace el recomendabilísimo Friday Night in San Francisco (1981)). Tras este acercamiento a la fusión, se crea el Paco de Lucía Sextet, con el que comienza otra etapa de la guitarra flamenca en Sólo quiero caminar (1981). Y, cuando parecía imposible que volviera a sorprender, aparece Siroco (1987). Su magnífica perfección le llevó hasta a incluso atreverse con El Concierto de Aranjuez, que curiosamente se lo propusieron en Japón.

1291534010_740215_0000000000_noticia_normalSimultáneamente, desde 1969, comienzan sus colaboraciones con José Monge Cruz, su hermano, Camarón de la Isla. Juntos se convertirían en los padres del flamenco entre noches en vela de música y excesos. Probablemente sin saberlo, pusieron el flamenco en un punto muy pequeño del mapa, hasta llegar al reconocimiento del que goza actualmente este género (más fuera que dentro de nuestro país). De esta unión nos han quedado joyas como en Potro de Rabia y Miel (1992).

Criticado por los más ortodoxos del arte jondo, cuenta con el (tardío) reconocimiento del Príncipe de Asturias de las Artes (2004) por su trayectoria y aportación musical (entre otros muchos galardones). Parece que con este virtuoso de la guitarra hemos ido a la cola siempre. Cuando se le concedió tocar en el Teatro Real de Madrid (1975), ya había pisado muchos escenarios de este calibre en otros lugares. Pero como contaba él mismo en una entrevista para El País sobre el miedo de la gente al flamenco: «En todos los países que tienen músicas ricas, los músicos están tiesos y tienen el frigorífico vacío. Brasil, Cuba… Es como si sintieran vergüenza, todos adoran a los rockeros americanos pero a los suyos no los tienen en cuenta».

Sea como sea, no hay otra forma de recordar a Paco de Lucía más que de la manera en la que él decía que nació: Entre dos aguas.

Descanse, maestro.
 

 
Esta noche se le podrá recordar en un especial de Duendeando en Radio3.

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