Domingos Cinéfilos: The Savages

 
The Savages (1)
 
Philip Seymour Hoffman fallecía el pasado domingo por una sobredosis en su apartamento del Greenwich Village. El ganador del más que merecidísimo Oscar por su papel en Capote, ha dejado un legado de memorables interpretaciones. Hoy queremos recomendar una de ellas, probablemente de las menos conocidas: Jon Savage.

The Savages, La Familia Savages en español (¿Alguna vez se traducirán bien los títulos de las películas?), de Tamara Jenkins, pertenece a la oleada de películas independientes americanas que comenzó a azotar con fuerza a mediados de la pasada década. Con 2 nominaciones al Oscar: Mejor Actriz (Laura Linney) y Mejor Guión Original, fue eclipsada en los premios de 2007 por Juno.

La comedia dramática trata sobre una familia completamente disfuncional: Lenny Savage (Philip Bosco), nunca ha sido un padre ejemplar. Con la mano larga y mal carácter, abandonó a sus hijos 20 años atrás para vivir con su nueva novia en un barrio residencial. La historia comienza cuando muere esta mujer y Lenny, con principios de demencia senil, queda a cargo de su descendencia olvidada (el dúo Linney-Hoffman), que ya rozan la cuarentena y que se han convertido en unos desconocidos para él y entre ellos.

Wendy, insegura, neurótica e incapaz de encontrar un equilibrio emocional (mantiene una insana relación con su vecino casado), se gana la vida con trabajos temporales mientras intenta triunfar como escritora de teatro y focaliza todas sus emociones en una plata y su gato. Jon, es un excéntrico profesor de universidad especializado en arte dramático que es incapaz de contener las lágrimas cuando su mujer cocina para él. Los dos tendrán que volver a convivir bajo el mismo techo, tomando por primera vez decisiones como adultos y cuidando al padre al que culpan de todos sus fracasos mientras esperan su muerte.

Aunque a priori parezca un tema poco atractivo y dé la sensación de que no se puede tratar sin rozar la sensiblería, Jenkins realiza una gran obra con un guión algo cínico que huye del sentimentalismo y te deja con una sonrisa agridulce debido al patetismo de los personajes que, en cierto modo, los hace entrañables.
 

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